Lunes, 20 Noviembre 2017 21:17

Matrimonio pilarense apadrina a escuela rural y trajeron a los chicos de viaje de egresados

Marcelo Cuevas, su esposa y familia hace 10 años que están en permanente contacto con una institución de Santa Fe. Cerca de 20 alumnos llegaron para visitar Buenos Aires. Se quedan hasta el martes con un itinerario cargado de actividades.

Solidaridad, cariño, dar sin recibir nada a cambio. Esos valores son los que un matrimonio y familia pilarense llevan adelante hace más de 10 años al apadrinar a una Escuela Rural de la provincia de Santa Fe.

Un sueño hecho realidad; un granito de arena que colabora con quienes parecen lejanos, pero son hermanos.

Él es Marcelo, Marcelo Cuevas. Vive en el barrio Pellegini y este fin de semana largo lo dedicará íntegramente a recibir a los chicos de la escuela rural de la que es padrino, una institución que está ubicada en el paraje Colonia Malabrigo, un pueblo que queda al noreste de Santa Fe.

Cerca de 20 chicos de esa escuela llegaron bien temprano este sábado a la Villa Marista, en Pilar. Vienen en plan de viaje de egresados. Ahí harán base pero para ellos, Marcelo y su familia ya tienen un itinerario completo de actividades.

El primer día visitaron La República de los Niños. Este domingo pasearán por Buenos Aires. Los chicos viajarán en tren y subte. También visitarán la Casa de Gobierno, la Catedral, el Cabildo y la Fragata Sarmiento.

El lunes pasarán el día en Tigre, pasearán en lancha y visitarán el Parque de la Costa; mientras que el martes, Marcelo llevará a los chicos a la Brigada Aérea en El Palomar y también visitarán la Cancha de Vélez.

Cuando ya casi finalizaba la visita a la República de los Niños, Pilar de Todos dialogó con el padrino de los estudiantes. Algo emocionado, y esperanzado por lo que todavía falta visitar, Marcelo contó que en la aventura no está solo.

A él le tocan las recorridas mientras que su esposa y parte de su familia son los encargados de esperar a los chicos con la cena lista, preparar los desayunos y las viandas. Tienen que estar en todos los detalles para que nada falte a los visitantes. Son chicos de entre 9 y 13 años que concurren a 4º, 5º, 6º y 7º año.

 

“Esta historia empezó allá por el 2004. Estaba mirando la televisión y vi una publicidad de APAER, (la Asociación Civil Padrinos de Alumnos y Escuelas Rurales) Me interioricé y me acerqué. Mi idea era apadrinar un niño pero me convencieron para apadrinar una Escuela. Al principio dije que no podía, pensaba en instituciones de 500 chicos. Pero hay lugares en los que asisten pocos niños. La escuela que apadrinamos, en su momento tenía 75 chicos y hoy tiene 55”, relató Marcelo.

Una vez generado el vínculo, empezaron a colaborar. Año por medio organizan el viaje de fin de curso de los estudiantes. El destino no siempre es Buenos Aires, también lo han hecho viajando a Córdoba, provincia natal de Marcelo.

Mientras tanto, todos los años él y su mujer viajan entre dos o tres veces a Santa Fe para llevar donaciones. Llegan con ropa, calzado, electrodomésticos, computadoras y todo lo que sea necesario para los chicos.

“Lo lindo de esto es la transparencia que tiene este tipo de iniciativas”, destaca Marcelo.

“APAER solo hace el contacto entre la Escuela y el padrino, nada más. Luego los padrinos nos encargamos de que las donaciones lleguen y de permanecer en contacto con la institución. Hacemos todo a pulmón y buscando voluntades que están sueltas por ahí y que muchas veces no saben cómo canalizar la ayuda que pueden brindar”, contó.

Cada visita es una alegría, un motivo para festejar. Marcelo dice que cuando llega el momento de los viajes de egresados siente “una alegría inmensa”.

“Los chicos bajan del colectivo que los trae con entusiasmo, ansiedad y esas cosas nos van llenando el espíritu. Vienen con sonrisas, abrazos y ganas de hacer cosas. Los veo con tanta inocencia, no tienen una pizca de maldad y para ellos, a donde sea que los llevemos, va a estar bien. Pasar estos días con ellos, es tan diferente a lo que estamos acostumbrados hoy por hoy”, se emociona.

Silenciosos, a pulmón y sumando voluntades de a poco. Así, Marcelo y su familia van tomando de la mano y guiando a los chicos que desde ese paraje de Santa Fe llegan emocionados a vivir la experiencia. Porque, en definitiva, ser padrino es algo de eso… tomar de la mano; guiar y vivir juntos experiencias.

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