Ni para la insulina. Ni para el pan. Ni para llegar a fin de mes. A María, una vecina de Derqui con la que estuve conversando esta semana, la plata no le alcanza. María no tiene ni lo que quiere ni lo que necesita. No eligió cambiar el gas por la cocina a leña. Pero la garrafa está tan cara que hay veces que no llega a pagarla.
María (sí, justo se llama “María”) es el indicador económico más preciso que podemos tomar. Ni el PBI, ni el déficit, ni el riesgo país. Al final, la economía de un país se mide en realidades. Ella trabajó toda su vida como auxiliar. La plata le alcanzaba justo para darle de comer a sus diez hijos y a puro esfuerzo pudo ir mejorando la casita del barrio de Monterrey Sur en la que vive. Hoy las cuentas no le cierran, por ningún lado. Tiene 53 años y se la ve angustiada.
Pero como María, miles/millones de argentinos están viendo cómo sus proyectos de vida se desmoronan. Comerciantes que pusieron todos sus ahorros en mercadería para abrir un local y ven pasar los días sin que nadie entre. Restaurantes con 10, 15 y hasta 20 años de historia que trabajan para pagar las cuentas de luz y gas. Emprendedores que no pudieron competir contra productos de afuera ni que pudieron contra la baja del consumo. Trabajadores o trabajadoras que hasta hace poco sostenían un hogar con un salario, y ahora tienen que salir a buscar un trabajo más para cubrir los gastos.
La respuesta a la situación económica está en el bolsillo de la gente. Y en nuestro país hay un modelo que cree que es ahí adonde empieza la economía. Y que por eso incentiva al productor local para que pueda vender, al consumidor para que pueda comprar; no sólo lo que necesita, también lo que quiere. Ese modelo cree que si crecen muchos, crecemos todos. Y no piensa que para hacerlo la gente se tiene que sacrificar ni tampoco que la fórmula es que a unos pocos les vaya bien, para que después, lleguen tiempos mejores para todos.
Por eso, no hay política económica ni social que pueda ser útil si no se tiene en cuenta la realidad. El problema radica, tal vez, en que para caminar la realidad no hace falta una fórmula matemática, una planilla, o un índice. Hacen falta sensibilidad y compresión. Hace falta entender las diferentes situaciones que se viven, las circunstancias en las que la persona crece, las necesidades que cada ciudadano tiene. Porque no se puede avanzar dejando a la mitad afuera. Será por eso que la economía es una ciencia social, y no exacta.
*Concejal de Pilar
Frente Pilarense